El Hospital

Hace un par de meses, empecé a grabar mi segundo largometraje en un hospital. Paredes azules. Un actor elegante tumbado en la cama. La luz de la mañana por la ventana. Toda la habitación para nosotras. Silencio. Y después de cinco largos años… suena otra vez una claqueta. 

Hemos estado grabando la película en Euskal Herria durante siete semanas y, como pasó en mi primera película, en la segunda también, la última claqueta ha llegado casi sin darnos cuenta.

Para celebrarlo: Fiesta de fin de rodaje, cena, sorpresas, bailes, gin-tonics, abrazos de los que en las últimas semanas han sido familia, desafines, despedidas, campeonato de dardos, risas, intentos de breakdance… y a las cuatro de la mañana a casa.

Como despertador, la llamada de teléfono de mi ama. Amama está en el Hospital. ¿Qué ha pasado? Todo está bien. Amama está en un box de cuidados intensivos, puedes ir a visitarle a la una. 

El hospital huele a hospital cuando no vas a grabar. Las luces son blancas verdosas. Los que están en las camas de los boxes no se levantan cuando la escena se acaba. Amama está bien ahora, haciendo reposo en casa. Le han puesto una pila al lado del corazón.

 

Habla más rápido que de habitual. Después de contarme sus aventuras, me ha preguntado por mi trabajo, a ver si he acabado la película que me ha dado tantos quebraderos de cabeza. Le he dicho que el rodaje ha acabado, pero que queda mucho para que la película se termine. Me ha sonreído y se ha quedado pensativa mirando a la pared. Como hacemos en el cine, mi amama ha hecho una pausa dramática y me ha mirado a los ojos antes de decirme: Tendremos que ir a verla. No he llorado para no preocuparla. Será fantástico ir con ella al cine, como hice en la película anterior, y sujetar su mano mientras la ve.

Además, actúa Héctor Alterio que tiene ojos azules como los del aitite. 

Lara Izagirre para Ttap Aldizkaria

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